'Navarra 1936. De la esperanza al terror': un documento histórico imprescindible

En su día Altaffaylla dedicó este libro a las víctimas, a los paladines del librepensamiento, del socialismo, del comunal, del pan de cada día para los pobres, de la cultura vasca, de la libre fraternidad entre las gentes y los pueblos. La Historia les ha dado la razón, mientras siguen desenterrando sus huesos en el campo. Estas páginas son el mejor homenaje. Muestran la ternura de sus sentimientos, la bondad de sus ideales, la sinrazón de sus verdugos y la brutalidad extrema del fascismo. Una obra fundamental para conocer el pasado y entender nuestro presente.

Así hicimos 'Navarra 1936. De la esperanza al terror'

Los años 80 comenzaron vertiginosos en Euskal Herria. El 11 de febrero de 1981 ETA mata a Ryan, ingeniero jefe de Lemoiz; el 16 muere en la tortura Joseba Arregi; el 23, golpe de Estado. En todo el país hubo que esconder las multicopistas. Ante todo, había que seguir editando.

Acordes con la vorágine del momento, en 1984 una cuadrilla de tafalleses, obreros en su mayoría, decidimos constituir una sociedad cultural denominada Altaffaylla. El topómimo arabizado tenía su retranca y el grupo se definía como transgresor de la muga lingüística, cultural y política que divide Navarra entre el Ager y el Saltus Vasconum.

El primer libro que editamos fue Un camino cortado. Tafalla 1900-1936, pionero en el tema de la memoria histórica. Descubrimos con él que antes de nuestra generación había habido otros sindicalistas, obreros conscientes, mujeres liberadas y patriotas vascos, pasados todos por el prensapuré del franquismo. El libro tuvo éxito y nos aventó la idea de hacer algo similar para toda Navarra. Contar, pueblo a pueblo, la situación social previa a la Segunda República, el desarrollo de la misma en cada localidad y el sangriento desenlace posterior. Se acercaba el 50 aniversario de las masacres y la niebla de la Transición cubría las universidades y cegaba a los académicos, mientras los datos tramposos de historiadores como el general Salas Larrazábal o Jaime Del Burgo seguían siendo la referencia oficial, diez años después de la muerte del dictador. Alguien, con más audacia que conocimientos, tendría que cubrir la trinchera de la memoria.

Acudimos al amigo y maestro José María Jimeno Jurío, francotirador popular que había trabajado el tema y lo había abandonado por las amenazas fascistas, demasiadas para un pacífico investigador solitario. Los materiales que nos pasó fueron un excelente puerto de partida. Solicité una excedencia en la fábrica y, junto con Juan Carlos Berrio, mi compañera Mari Jose Ruiz y otros amigos, nos dedicamos durante tres años a recorrer todos los pueblos creando una vasta red de colaboradores, convocando asambleas de familiares, consultando archivos y entrevistando testigos, al margen de toda ortodoxia universitaria. Emilio Majuelo fue uno de los pocos profesores que apoyó el proyecto: pulía los textos y daba el barniz académico a un libro insólito, hecho casi en asamblea. Éramos militantes, sabíamos más de agitación que de Historia y queríamos joder la parva, romper silencios, señalar culpables. Es más, queríamos hacer una obra apasionada y combativa, porque ante unas masacres como las del 36, los fríos datos historiográficos no harían sino ocultar la magnitud de una tragedia, humana y política, que no se podía reducir a cifras. Había que redactar también con el corazón.

Nos volcamos a la búsqueda de fusilados, biografías, archivos, fotos, cunetas y «cuneteros». Vimos romperse en llanto a hombrones que contaban por vez primera sus dramas; conocimos a supervivientes de su propio fusilamiento, hasta con el tiro de gracia; mujeres con un pasado de vejaciones que en la mayoría de los casos callaron hasta la tumba; aldeanos que cambiaron la azada por el fusil miliciano y acabaron pilotando los Mig16 soviéticos; obreros que mandaron batallones y pacíficos paisanos que continuaron combatiendo el fascismo por todo Europa. Una escarda de 3.560 asesinados y más de 4.000 huérfanos deja muchas historias colaterales.

La publicación, en diciembre de 1986, de Navarra 1936. De la esperanza el terror tuvo un éxito apoteósico y fue sin duda el libro de historia más impactante y decisivo de nuestra época. Las primeras ediciones se agotaban de inmediato. Grandes fiestas reivindicativas acompañaron su nacimiento a pesar del silencio, incluso del boicot, de ciertos partidos. Pionero en todo el Estado, finalmente hasta los historiadores y ámbitos universitarios reconocieron la validez de la metodología, eficaz e innovadora.

Aprendimos también una clave de la edición: los idealistas del libro insisten en su papel de animador del debate social, su capacidad creativa, su incidencia en la conversación cultural. No tiene sentido editar libros, dicen, y echarlos al caos anual de novedades si no va dirigido a un grupo social, por limitado que sea, que lo necesita para avivar el fuego de sus inquietudes. Navarra 1936 es el prototipo de libro editado por y para una necesidad colectiva.

Jose Mari Esparza. Extracto de Apología. Memorias de un editor rojo-separatista.

Jose Mari Esparza, Mari Jose Ruiz y Juan Carlos Berrio, impulsores y coordinadores del libro.

Lo peor de 1936 no fue la guerra, ni siquiera la sangre vertida en retaguardia. En ocasiones la sangre trae la resurrección de los pueblos si saben aprender del pasado y se organizan de forma que esta no vuelva a derramarse. Lo peor de todo, la gran tragedia que nos atenaza, es que la derecha sabe que ‘aquello’ fue para ellos un negocio rentable, redondo, por el que nunca pagaron factura alguna, como no sea la molesta aparición, de cuando en vez, de algún libro como este.

Si después de lo que hicieron en 1936 nadie los sentó en un Nüremberg, ¿a qué pueden temer ahora? Y si esta democracia controlada se les va alguna vez de las manos y las demandas populares ponen en peligro su posición, siempre tendrán el recurso del golpe de fuerza, más o menos regresivo o sangriento, según lo requiera la ocasión. El pretexto no va faltar y siempre hay un Mola o un Tejero esperando su oportunidad.

Extracto del prólogo de Navarra 1936. De la esperanza al terror

La décima edición del libro incluye nuevos datos e imágenes tan impactantes como esta, en la que aparecen varias mujeres de Peralta velando la tumba de su familiar asesinado, en una imagen tomada en el cementerio de Tafalla.

La pieza que faltaba: los archivos militares

Tras Navarra 1936. De la esperanza al terror, faltaba una pieza fundamental para completar el cuadro definitivo de la represión en Navarra: los archivos militares. Una de las partes más fidedignas, dado el carácter exclusivamente documental de los datos, aunque precisen de una lectura contextualizada y entrelineada. Ricardo Urrizola ha dedicado varios años a vaciarlos y el resultado es este trabajo espectacular. Lo consideramos como la segunda parte del libro de Altaffaylla.