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Mapas de Euskal Herria, una nación negada

"Carente de fundamento histórico", "entelequia", "farsa"… A partir del año 2000, de la noche a la mañana, todos los partidos políticos y medios de comunicación de obediencia estatal convinieron en decir algo insólito hasta entonces: que Euskal Herria era una invención. Desde entonces es un concepto en disputa, por mucho que esté grabado en la toponimia, en la cultura, en la historia y también en los mapas. Este libro de Jose Mari Esparza recoge, en más de cien mapas, la cartografía de las cuatro o de las siete provincias vascas editada en los últimos siglos. Asimismo repasa la historia del nombre del país de los vascos en la literatura de todo el mundo, enciclopedias, guías de viajeros, bandos oficiales... Una vez más, un libro necesario para mostrar lo evidente.

¿Qué ha ocurrido para que, fundamentalmente a partir del año 2000, la más mínima alusión a la territorialidad de los vascos, se convierta en cuestión de Estado y sea perseguida como no lo fue ni en las anteriores dictaduras? Alguien, probablemente en alguno de los despachos gubernamentales donde antes se decidiera la abolición foral, o la separación de Navarra del estatuto vasco común, decidió que no bastaba con la separación institucional, sino que había que borrar del imaginario colectivo la histórica y tradicionalmente arraigada unión vasconavarra. Que treinta años de Transición no habían alejado el fantasma secesionista (nuevos estados europeos, Plan Ibarretxe, negociaciones de Loiola, frentes soberanistas…) y que era necesario negar la mayor: “No sólo sois un pueblo dividido en tres administraciones, sino que ahora ni siquiera vais a existir”, dijeron.

Y de la noche a la mañana, todos los medios del Estado, políticos y mediáticos, convinieron en decir algo insólito hasta entonces: que Euskal Herria era algo “carente de fundamento histórico”, una “entelequia”, una “invención”, una “farsa”. “El Pueblo vasco no existe”, rezaba una sentencia del Tribunal Constitucional, de septiembre de 2008. En noviembre de 2007, el Gobierno de Navarra llevaba a los tribunales el plan de educación básica aprobado por el Gobierno vasco, por incluir a Navarra dentro del ámbito territorial de Euskal Herria. “Hay que perseguir y castigar a los colegios que enseñen la historia de Euskal Herria integrando a Navarra”, había dicho el Presidente del Gobierno de Navarra, Miguel Sanz, el 23-07-2003.

“Euskal Herria no existe”, afirmó Mariano Rajoy en abril 2006. “Euskal Herria es una farsa”, sostuvo José María Aznar en Pamplona, en enero de 2008. “Zapatero da un plazo de dos meses para retirar el término Euskal Herria del currículum escolar vasco”, se leía en El Correo (26-06-08). “Euskal Herria es una invención moderna; no ha existido nunca”, dijo Amaya Zarranz, nada más ser elegida secretaria del PP de Navarra, en julio de 2009. “Los libros de texto que incluyan a Navarra en Euskal Herria serán excluídos de la gratuidad”, amenazó el Gobierno de Navarra en marzo de 2010.

La prensa española (El País, El Mundo…), la misma que hasta hacía poco había tenido el mapa de Euskal Herria en su sección de climatología, promovió una gran campaña para conseguir que el nuevo Gobierno Vasco retirase ese mapa de las noticias del tiempo. Los denominados “intelectuales españoles” pusieron su pluma, otra vez, al servicio del Estado: “Cualquier delirio es un delirio de grandeza: El País Vasco abarca ahora en los mapas Navarra y una parte de Francia”, escribió Antonio Muñoz Molina en El País (27-01-2007). “Lo de Euskal Herria es una chorrada” remató, con su gracejo habitual, Fernando Savater en Público (28-07-2009).

Perseguido y maltratado el mapa de Euskal Herria, tanto con sus siete provincias como con las cuatro peninsulares, su propio concepto sufre en la actualidad unos ataques carentes del mínimo rigor intelectual, ya que el españolismo ha confundido totalmente sus objetivos con los medios: para declararse español en el País Vasco o para que un navarro defienda la separación institucional con las Vascongadas e Iparralde, basta proclamarlo libremente, defenderlo en sus poderosos medios de comunicación y ejercerlo con las grandes ventajas que le otorga el vigente marco constitucional. El mismo derecho que tiene un independentista a serlo, lo tiene el que desea ser dependiente, sea cual sea el pasado histórico. No necesitan, en absoluto, tergiversar la historia, borrar sus apellidos, negar lo que ayer mismo ellos, o sus padres, o su partido político, defendía con vehemencia o simplemente, con naturalidad. ¿Por qué pues, empeñarse en un negacionismo palurdo que, por las formas y argumentos empleados, resta credibilidad moral a sus intenciones de fondo?

En ese ataque irracional al concepto de Euskal Herria, antiguo y con amplia base documental y literaria, subyace la misma cerrazón carpetovetónica que antes atacó a los Fueros o al euskera. La misma intransigencia que siempre truncó un estado plurinacional. Es la esencia de una España hegemonista que se afirma negando a los demás, aún a costa de sostener los mayores disparates.

Cartografía para una nación

Ciencia para unos, arte para otros, la cartografía (del griego chartis, mapa, y graphein, escrito) se define como el arte y técnica de trazar mapas geográficos y cartas náuticas, reproduciendo en una superficie plana la superficie terrestre. Ciencia que se ocupa de los mapas y de su realización. La cartografía es un indicador importante para entender la visión que se tiene de un país a lo largo de la Historia. Por eso tiene razón Juan Madariaga cuando afirma que “el mapa es un elemento básico de instrumentalización política y estratégica”.

Inicialmente, la elaboración de mapas siempre estuvo unida a un sentido práctico, cual era la necesidad de cartas para marear o el interés militar de controlar territorios. Más tarde, la extensión de la idea de los Estados-nación llevó los mapas a las escuelas y a los libros, como un instrumento más para fortalecer el imaginario “nacional”, junto con otros símbolos del Estado, la bandera, el escudo… Bastaba ver un Atlas para comprobar que en España “nunca se ponía el sol”. En menor cantidad, aparecen los mapas de interés meramente científico, basados generalmente en los anteriores, y destinados a situar las razas, las lenguas, etc.

La división y la dependencia de dos estados; la falta de unión política en cada uno de ellos; la diferencia institucional (Reino de Navarra, Provincias); la imposibilidad de tener armadas o universidades propias que desarrollaran su propia cartografía; la sumisión a los símbolos generales unitarios de la Monarquía… parece que todo justificaría una ausencia de cartografía “vasca”, que reuniese a los cuatro o los siete territorios. Que habría que esperar al nacimiento del nacionalismo vasco y su extensión en el siglo XX, para la edición de mapas completos de Euskal Herria. Que, al cabo, tendrían argumentos quienes sostienen que el mapa de las siete provincias no es más que un delirio nacionalista.

Y sin embargo, este libro recoge un centenar de mapas ajenos al nacionalismo vasco, la mayoría anteriores al mismo, realizados por cartógrafos españoles, franceses, alemanes, flamencos, ingleses o italianos. Una buena muestra, aunque no completa, de lo que guardan los archivos europeos y que están pidiendo a gritos una recopilación, con más medios que los empleados para este libro. Un centenar de mapas antiguos de un país sin Estado es algo extraordinario, habida cuenta de que no se hacían muchos, que los medios eran artesanales y que los geógrafos se copiaban unos a otros con apenas variaciones. Con todo su tamaño y su flema imperial, España no tiene muchísimos más, y habrá estados europeos con menos.

¿Razones de esta rica cartografía unitaria? Sin duda ha ayudado la idiosincrasia del país, al que reconocían como uno a pesar de las divisiones administrativas. Su cercanía a una frontera conflictiva entre Francia y España motivó también el interés de los geógrafos. Pero sobre todo fueron las guerras carlistas las que inspiraron un gran número de mapas, tanto a los militares de las potencias europeas involucradas como a los muchos viajeros y aventureros que regaron luego Europa de libros de memorias, algunos de ellos con su mapa incluido. El eco europeo de las sublevaciones vascas y el desarrollo de los estudios europeos sobre antropología y lingüística atrajeron la atención de los científicos que, como Bonaparte, nos dejaron verdaderas joyas sobre la extensión del vascuence. Luego, las primeras guías de viaje y las primeras enciclopedias ilustradas fueron incorporando mapas, a la par de interesantes testimonios sobre los límites del país, lo que antes denominaba “cartografía escrita”.

Jose Mari Esparza, Mapas para una nación

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1.- El irredentismo navarro

Este mapa de 1595 parece reflejar el irredentismo navarro hacia los antiguos territorios del Reino. Una vez constituido el reino de Navarra, éste mantuvo su independencia durante ocho siglos. Las continuas ocupaciones de territorios navarros por parte de Castilla, y que se consumaron en el año 1200 con la conquista de las tierras de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, fueron reclamadas durante siglos por los navarros. “Durante varias generaciones –dice Lacarra– siguieron los navarros mirando a esos países como tierras irredentas”. Tras la conquista militar de la Alta Navarra en 1512, hubo varios intentos de lograr la independencia por la vía de las armas, que fueron derrotados definitivamente en 1524. A partir de ese momento, los intentos independistas se producen por la vía diplomática. En 1540, los beaumonteses entregaron al Rey de Navarra Enrique II, un informe sobre la posible restitución del reino, para que lo emplease en las negociaciones que se estaban dado para el matrimonio de Juana de Labrit y Felipe II. Los beaumonteses consideraban como navarros los territorios de Rioja, Araba, Bizkaia y Gipuzkoa ocupados por Castilla siglos antes.

1.- Regnis Hispaniae Post Omnium editiones locupleissima descriptio. Mapa de la península ibérica, de 1595, en el que Navarra aparece coloreada junto al resto de territorios vascos. Algunos lo atribuyen al flamenco Abraham Ortelius (1527- 1598), que en 1575 fue nombrado geógrafo de Felipe II. Sus mapas los compiló en el libro Theatrum Orbis Terrarum, que tuvo 25 ediciones hasta 1612. En la edición española del libro habla del euskara, del que dice que es lenguaje “muy diferente del de los Españoles” (Bizkaiko Euskal Museoa. Sig. Nº 81/5335).

2.- El primer mapa moderno de Euskal Herria

Auguste Henri Dufour fue un geógrafo francés que, en plena guerra carlista y auge del centralismo liberal, fue encargado por el Gobierno para elaborar, dentro del título genérico de Atlas Nacional de España, el mapa titulado Navarra y Provincias Vascongadas con las nuevas divisiones. Se editó en 1834 y tuvo varias ediciones. El francés, pragmático y profesional, dibujó las cuatro provincias encargadas y, mientras dejaba vacío el espacio de Castilla la Vieja y Reyno de Aragón, completó por el Norte el curso del río Adur e incluyó el territorio y las principales localidades de Iparralde. Paradojas de la historia, por encargo del gobierno centralista español lo que completó fue el primer mapa moderno de Euskal Herria, con sus siete territorios, 29 años antes de que lo hiciera el príncipe Bonaparte. En el texto, lo que dice de los navarros y de los vascongados vienen a ser lo mismo: “La población navarra pertenece al tronco vascón. Los navarros son de buena constitución, valientes, vivos y conservan mucha energía para mantener sus antiguos privilegios e independencia”. El mapa mostraba las descaradas intenciones uniformizadoras del Gobierno, según las cuales las cuatro provincias pasaban a denominarse, como en España, por el nombre de la capital: Provincia de Pamplona, Provincia de Bilbao, Provincia de Vitoria y Provincia de San Sebastián. Todas, además, “de tercera clase”. Tampoco esto lo consiguieron y, a diferencia de todas las demás provincias, las cuatro mantuvieron su propio nombre, diferente del de su capital. Cabe la posibilidad de que este mapa no fuera el primero y se inspirara en el siguiente, Théatre de la Guerra. Carte des Provinces de Biscaye, d’Alava, Guipuscoa et de Navarre. Frontiéres Nord d’Espagne. 1835, que apareció en 1836 en la primera edición del libro Voyage en Navarre... de Agustín Chaho. 

2.- Navarra y Provincias Vascongadas con las nuevas divisiones (79x54). Auguste Henri Dufour (1796-1895). Archivo Altaffaylla / Biblioteca Nacional de España, nº Cat. 1388 / Bibliothèque Nationale de France, GE FF-10157.

3.- El clarificador mapa de Villegas

El mapa de Villegas es toda una confesión pública de cómo se entendía desde Madrid la paulatina centralización del Estado, y la intención asimiladora de sus constituciones. En el mismo, distingue lo que llama España Uniforme o puramente constitucional, “que comprende estas treinta y cuatro Provincias de las coronas de Castilla y León iguales en todos los ramos económicos, judiciales, militares y civiles”. Otro gran trozo –las actuales Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares– lo titula España Incorporada o Asimilada y “comprende las once provincias de la Corona de Aragón todavía diferentes en el modo de contribuir y en algunos puntos del derecho privado”. La parte inferior del mapa, con los archipiélagos de Canarias, Antillas y Filipinas, lo titula España Colonial que “comprende las posesiones de África, las de América y las de Oceanía regidas todas por leyes especiales bajo la autoridad de los Gefes militares”. Y por último, al Norte, la división más pequeña la titula España Foral, y “comprende estas cuatro provincias llamadas forales que conservan su régimen especial diferente del de las demás”.

Esta expresión dirigida a las cuatro provincias del sur de Euskal Herria la veremos repetirse en el siglo XIX: “Llámase España Foral a las cuatro provincias exentas de Navarra y Vascongadas, porque no tienen milicias ni estancos, conservan su régimen especial para la administración y derecho común y para la contribución pecuniaria y de sangre se valen de los medios que ellas mismas estiman conveniente”, explica Francisco Jorge Torres Villegas en su libro. Es curiosa la explicación que da el libro al origen de los fueros: “Sus antiguos pobladores, los cántabros, resistieron con indecible arrojo a los ejércitos romanos y con no menor decisión y mejor éxito se opusieron a los moros. Así es que su unión a la monarquía española fue acompañada de tales exenciones y privilegios, que no han dado impuestos sino por vía de donativo voluntario y en corta cantidad, ni se han sujetado a quintas ni levas de marineros, ni han tenido papel sellado, estancos ni aduanas, como si fueran un país unido, pero independiente en su gobierno provincial. Los vascongados son hasta fanáticos por su antigua administración”.

3.- Mapa político de España en que se presenta la división territorial con la clasificación de todas las Provincias de la Monarquía según el régimen legal especial común en ellos. Está editado en el libro Cartografía Hispano-Científica de Francisco Jorge Torres Villegas (Madrid, 1852 y 1857). (22,5x35). (Biblioteca Nacional de España / Cartografía. Sociedad Bilbaina, 2009).

4.- El mapa-monumento de Bonaparte

El mapa siguiente, en palabras de Campión, es en sí mismo un monumento. Louis Lucien Bonaparte (1813-1891) fue sobrino del Emperador. Su primo Napoleón III le dio el título de Príncipe. Dedicado a las ciencias, se adentró en el estudio de la lingüística y dialectología. Considerado “el más vascófilo de los vascólogos”, desde 1847 ya muestra su interés por el euskara. En 1856 visita Euskal Herria por vez primera e inaugura las fiestas éuskaras de Urruña con un discurso íntegramente en vasco. Aprendía muy rápido y dicen que en tres días pudo entender el dialecto roncalés. Entre 1857 y 1866 dio a la imprenta treinta y tres obras de tema lingüístico vasco. Estudió y dominó todos los dialectos, hasta llegar a tener un ataque cerebral, según él, por el esfuerzo que puso en estudiar el verbo. Fue el gran divulgador del País Vasco en Europa. En 1863, publicó en Londres su famoso mapa Carte des Sept Provinces Basques…

No se conformó con informar de los pueblos en los que se hablaba euskera, sino que matizó en cuáles se estaba perdiendo. Bonaparte fue además gran defensor de las gentes sencillas de nuestros pueblos y de la gran inteligencia de “los muchachos y las niñas de Euskalerría… porque por sus respuestas me han convencido ampliamente, de que estaban en disposición de comprenderme mejor que algunos soi-disant lingüistas modernos”. El príncipe vascólogo terminaba así una de sus cartas: “En cuanto a mí, que no tengo el honor de ser éuskaro más que por el corazón, a toda persona de cualquier país le deseo la inteligencia la honradez, la bravura y sobre todo la lealtad que se encuentra en la inmensa mayoría de los miembros de esta noble raza”.

4.- Carte des sept provinces basques mostrant la delimitatión actelle de l´euscara et sa division en dialectes, sousdialectes, et varietés… Famoso mapa de Euskal Herria que en 1863 editó el Príncipe Louis Lucien Bonaparte, en la prestigiosa sociedad Stanford´s Geographical Establishment de Londres. (121x100). Recoge las “Siete Provincias Vascas” con los dialectos y subdialectos del euskera. Durante el franquismo y primeros años de la Transición, este mapa estuvo muchos años enmarcado y encristalado en el vestíbulo del Archivo de Navarra, en el Palacio de la Diputación. Fue retirado hace pocos años. (Archivo General de Navarra. Cartografía nº 112).

5.- País Vasco Navarro. Guía de Carreteras. Obsequio del Comité de Turismo de Navarra. Editado hacia 1930 desde la sede oficial en el Paseo Valencia nº 11 de Pamplona. Era un folleto plegable en cuya portada aparecía el mapa de las cuatro provincias y sus respectivos escudos. Incluía las distancias entre los diferentes pueblos de Euskal Herria, con publicidad de empresas de los cuatro territorios. En el reverso, un mapa de Navarra incluyendo Laburdi y la Baja Navarra. Se repartía en un sobre, con el plano de Pamplona impreso. Al mismo tiempo se hizo otra edición con los mismos anunciantes e idéntico diseño, en la que, en lugar del mapa de Navarra del reverso, aparecía un titulado Mapa de carreteras del País Vasco-Navarro. (Archivo Ayuntamiento de Pamplona/ Fundación Sancho el Sabio mapeh002402).

6.- Don Pío Baroja, censurado

Don Pío nace en Donostia en 1872 y en su niñez vivió en Pamplona. En 1912 compró la casa Itzea de Bera, en el País del Bidasoa que tantas novelas le inspirara. “Varias veces, pensando en lo mal que se armoniza la furia vascónica de los navarros con la tranquilidad apacible de los otros vascos, he leído lo que dicen los historiadores acerca de los pueblos primitivos del país: vascones, várdulos, caristios y autrigones. No he sacado nada en limpio. Yo creo que actualmente hay dos clases de vascos: unos que miran las aguas del Ebro y otros las que van al Cantábrico. Los del Ebro, de llanuras, se han hecho por la raza o por el ambiente, violentos, sociales y oratorios. Los de las aguas del Cantábrico, de valles estrechos, son pacíficos, buenos, sociales y poco habladores. El encierro de los toros en Pamplona y el buey ensogado que se corría en San Sebastián hace años, marcarían el carácter no ya sólo de dos ciudades, sino de dos tipos de vascos: el ibero y el cantábrico”.

El País Vasco, su último libro, una especie de guía de viaje, fue editado en 1953, en Barcelona. Su primer capítulo se titula: “Siete en una”. “Cuatro son –dice Baroja– las provincias que comprende el País Vasco español: Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya, cuyas capitales respectivas con Vitoria, San Sebastián, Pamplona y Bilbao. Tres son las provincias que forman el País Vasco francés; Labourd, Baja Navarra y Soule. El interés y la sugestión que ejerce sobre el visitante la tierra vasca, tanto en su parte española como en la francesa, son debidos principalmente a la originalidad de los rasgos típicos que la unifican y diferencian de los demás países”. Y así, recorriendo pueblo a pueblo desde Bayona a Tudela, el voluminoso libro, con sus 522 páginas bellamente ilustradas, acaba con el mapa desplegable de las siete provincias que vemos en esta página. El bueno de don Pío, siempre tan enfrentado al nacionalismo vasco, acabó siendo censurado por los que tantas veces interesadamente lo aplaudieron. La editorial madrileña Incafo reeditó en 1988 El País Vasco, con un nuevo prólogo de Caro Baroja y las siete provincias se habían convertido en tres. Todo lo referente a Navarra e Iparralde había sido mutilado. Lo que no había hecho el franquismo de 1953 se hizo en la “democracia”.

6.- Mapa de las siete provincias vascas, desplegable insertado en la obra El País Vasco, de Pío Baroja, editada en Barcelona en 1953.

7.- País Vasco. Mapa de las siete provincias vascas, con los nombres de los pueblos en euskera y castellano, editado en sucesivas ediciones por las dos grandes enciclopedias de España y Francia: Espasa Calpe y la Gran Enciclopedia Larousse. Siguiendo la tradición de sus primeras ediciones, ambas obras hacen sinónimos los conceptos de País Vasco, Vasconia y Euskal Herria, siempre referidos a los siete territorios.

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