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La vida de un cerdo | Sufrimiento animal en las granjas | Brenda Davis & Vesanto Melina

Tratados como máquinas de producción de alimentos, y cuidadosamente escondidos de la vista, los animales de granja deben soportar un sufrimiento indecible. Vacas, cerdos, gallinas, pavos… El consumidor medio está tan alejado de las vidas de estas especies que olvida fácilmente que la carne de la tienda de comestibles es la carne de un animal. Nos fijamos en la vida de un cerdo mediante este extracto de Guía definitiva de iniciación al veganismo.

Cuando están en su entorno natural, los cerdos viven en grupos de entre 6 y 30. Son sorprendentemente limpios y exigentes, además de tener sitios separados para comer, dormir, acicalarse y morir. Los cerdos son juguetones y protectores y cuentan con complejos sistemas sociales. Les encanta bañarse en el agua, y, si bien se revuelcan en el barro, este comportamiento es necesario para la regulación de su temperatura, ya que carecen de glándulas sudoríparas y son propensos al estrés por el calor. El barro también los protege de insectos y quemaduras solares. Se ha demostrado que los cerdos son más inteligentes que los perros e incluso que los niños y niñas de tres años. Tienen recuerdos extraordinariamente largos y pueden aprender juegos sencillos tan rápido como los primates. Pueden incluso convertirse en expertos en videojuegos con un mando diseñado para ellos.

La duración natural de la vida de un cerdo es de 10 a 15 años, pero los cerdos criados para alimento en Estados Unidos viven solo unos seis meses. Las cerdas de cría viven hasta que mengua su capacidad reproductora, generalmente de tres a cuatro años. La mayoría de este tiempo lo pasan en cajones con un espacio insuficiente para darse la vuelta. Aunque se suele destetar a los cochinillos en unas 15 semanas más o menos, en la ganadería intensiva son retirados de sus madres para el engorde después de entre solo dos y cuatro semanas de amamantamiento, y las cerdas son entonces fecundadas de nuevo.

Los destetados pasan las seis semanas siguientes en «guarderías», que son generalmente jaulas de alambre apiladas unas encima de otras. Los cochinillos que no crecen lo bastante rápido suelen ser «eutanasiados» a las tres semanas de edad. Aunque hay diversos métodos para matarlos, el más frecuente es un golpe contundente en la cabeza, a menudo cogiéndolos por sus patas traseras, balanceándolos y haciéndolos chocar contra un suelo de hormigón.

Los cochinillos sanos reciben medicación para prevenir la diarrea que resulta de comer alimentos sólidos, ya que son demasiado jóvenes para digerirlos correctamente. La mayoría de ellos son sometidos a diversas mutilaciones, incluyendo la castración para los machos, las muescas en las orejas, el corte del rabo y la sección de los dientes. Estos atroces procedimientos, hechos principalmente para reducir las conductas relacionadas con el estrés, son realizados sin analgésicos.

Los animales destinados a la producción de carne son trasladados a pocilgas atestadas hasta que alcanzan un peso de sacrificio de entre 100 y 150 kilos. Los cerdos están apiñados en compartimentos individuales o en grupo, sin ningún espacio para rebuscar, explorar, anidar u otros comportamientos sociales naturales. Los suelos suelen consistir en sistemas de rejas de metal que permiten que la orina, las heces y los vómitos caigan en un enorme hoyo más abajo. El aire dentro de estas instalaciones está lleno de polvo, caspa, amoniaco y otros gases nocivos. No es de sorprender que las enfermedades respiratorias sean endémicas. Las granjas industriales porcinas son fértiles caldos de cultivo de enfermedades contagiosas. Para garantizar la supervivencia de los animales hasta el momento del sacrificio, se añaden rutinariamente a su pienso antibióticos, hormonas y otros medicamentos.

El único momento en el que muchos de estos animales ven la luz del día es durante el trayecto desde sus pocilgas hasta el camión que los transporta al matadero. Se estima que un millón de cerdos estadounidenses mueren de camino al sacrificio cada año por aplastamiento, congelación, deshidratación o enfermedad. Si los animales están asustados y se resisten a la carga, la descarga o al avance en las rampas del matadero, son espoleados con barras eléctricas de alto voltaje. A veces, los manipuladores frustrados golpean a los animales con tubos de metal o les dan patadas.

El primer paso del sacrificio del cerdo es aturdir al animal con electricidad o co2 para dejarlo inconsciente. El cerdo es entonces arrastrado del revés usando cadenas o sogas alrededor de las patas traseras. Por desgracia, el aturdimiento eléctrico no siempre es eficaz y no son poco frecuentes los relatos de animales chillando y revolviéndose salvajemente. A continuación, viene el matarife («sticker»), la persona que le corta el cuello al cerdo. Si el matarife no tiene éxito, el cerdo continúa en la fila que conduce al depósito de escaldado, donde es hervido vivo para quitarle el pelo. Todo esto se hace rápido, a ritmos de más de 1.000 cerdos por hora.

Los consumidores proporcionan un rotundo sello de aprobación y un incentivo financiero para continuar estas prácticas cada vez que compran una libra de beicon o unas pocas lonchas de jamón en una tienda de comestibles. En Estados Unidos, se estima que se sacrificaron 110 millones de cerdos para alimento en 2010. A nivel mundial, 1.300 millones de cerdos acaban en un plato cada año.

Brenda Davis, Vesanto Melina
Extracto del libro Guía definitiva de iniciación al veganismo
Fotografía superior: Jonás Amadeo Lucas

Guía definitiva de iniciación al veganismo

Completamente revisado y actualizado, este clásico fundamental basado en innumerables estudios nutricionales y dietéticos, ofrece nuevas percepciones sobre las implicaciones de pasarse al veganismo para los individuos, para los animales y para nuestro devastado planeta. Una guía comprensible, básica y definitiva que incluye nueva información sobre los beneficios para la salud de las dietas veganas y responde, huyendo de mitos y apriorismos, a las dudas y preguntas frecuentes en torno al veganismo. Tanto si eres vegano o vegana, como si no, aquí encontrarás todos los consejos prácticos, con menús y planes dietéticos, para poder llevar una dieta sana y equilibrada libre de sufrimiento animal.

«Ningún otro libro es tan informativo y exhaustivo como este; es un tesoro con hechos y pistas útiles y seguro que te pone en el camino de la salud»
Kathy Freston, del New York Times, autora superventas con The Lean Veganist y The Quantum Wellness Cleanse

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