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¿Qué fue el Tratado de Maastricht?

El 7 de febrero de 1992 se firmaba en la localidad holandesa de Maastricht el tratado por el que los estados europeos creaban el nuevo cesto con los mimbres que apuntalarían una Europa de los Estados frente a los pueblos, una Europa neoliberal frente al socialismo, una Europa securócrata frente a una Europa de los derechos humanos. En el Estado francés se consultó en referéndum, mientras que en el español la unanimidad partidista (con excepción de HB) impidió que se votara.

Repasamos qué fue este tratado con textos del Nuevo diccionario histórico-político de Euskal Herria, de Iñaki Egaña.

Contrato de los países que componen la Unión Europea, firmado en la localidad holandesa de Maastricht el 7 de febrero de 1992. El Tratado fue la conclusión de los acuerdos entre Francia y Alemania, sellados en Roma en diciembre de 1990, después de la apertura de dos conferencias, una sobre la unión económica y monetaria y la otra sobre la unión política. Los puntos del Tratado, así como la velocidad que los centros neurálgicos de la economía europea imprimieron a su filosofía, crearon numerosas disfunciones que obligaron a nuevos planteamientos sobre las cuestiones ya pactadas en 1990. Fruto de estas transformaciones sería la redacción de un nuevo proyecto llamado Maastricht II y la apertura de nuevas negociaciones entre los miembros de la Unión Europea que tuvieron su primera expresión en la cumbre de Sicilia en junio de 1995.

Maastricht fue el impulso para la Comisión Económica Europea y la culminación del proyecto de Acta Única. Sus acuerdos versaron sobre la Unión Económica y Monetaria, la Política Exterior y de Seguridad Común, la cooperación en materia judicial y asuntos internos, además de nuevas competencias y de aprobarse el proyecto de ciudadanía europea y la supresión de fronteras internas a partir de enero de 1993. Pero este último apartado quedó en suspenso para las personas, no así para las mercancías, hasta que se puso en marcha, experimentalmente, en abril de 1995.

La crítica a Maastricht desde la izquierda se hizo bajo parámetros nítidos. La primera cuestión fue la del modelo político-económico, partiendo de la constatación de que la CEE no era sino un club europeo de países desarrollados, que buscando un hueco junto a EEUU y Japón, marcaría las reglas del juego económico, político y militar, bajo las pautas del capitalismo y bajo conceptos como zonas de influencia, plazas prioritarias y precios de mercado. La crítica también se refirió a que la CEE creaba las condiciones para el desarrollo de las grandes empresas y multinacionales, desplazando a aquellas empresas y sectores no competitivos, e igualmente privilegiando a las zonas económicas más desarrolladas y marginando a las regiones con menos capacidad económica. En Euskal Herria, las consecuencias ya se llevaban produciendo en su última época: reconversiones y cierre de empresas, reducción del gasto público y de las prestaciones sociales y precariedad laboral, es decir, un verdadero desmantelamiento de la economía con la casi total desaparición de sectores fundamentales como el naval, siderúrgico, aceros especiales y también del agropecuario y pesquero.

El tratado de Maastricht fue sometido a referéndum en todos los estados de la CEE, excepto en el español. El 20 de septiembre de 1992, el Estado francés apoyaba la iniciativa de Maastricht por los pelos: 13.172.710 votos favorables frente a 12.632.816 contrarios. En Ipar Euskal Herria, el mundo abertzale se había posicionado de manera diversa. Mientras EB y EA pidieron el sí a Maastricht, Patxa-Oldartzen defendió el no y EMA la abstención. En Hego Euskal Herria las cosas fueron más sencillas. Madrid siempre dijo que el referéndum era innecesario y que la aprobación se haría por las élites. El 29 de octubre del 1992, el Parlamento español, con la presencia novedosa de Herri Batasuna, aprobó el Tratado con solo tres votos negativos, los de los diputados de la izquierda abertzale. Con los mimbres de la CEE nació la Unión Europea en noviembre de 1993.

 

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