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Siete miradas a las vascas del siglo XIX | Historia de las mujeres en Euskal Herria

En el tercer tomo de Historia de las mujeres en Euskal Herria veremos a las vascas del siglo XIX pisando los charcos por los que pasaban a diario con sus cestos de ropa a la cabeza; escucharemos los gritos de las regatonas intentando vender lo poco que tenían para salir adelante o las arrastradas de las sirgueras del puerto bilbaíno; cerca de ellas veremos desfilar también, poderosas, a las prostitutas en 1882, defendiendo los derechos de todas las mujeres para ser libres, sin hombres y policías que las acosaran; o nos uniremos a las primeras trabajadoras que se plantarán ante las injusticias laborales un 8 de marzo, ¡20 años antes de que se celebrara por primera vez tan emblemática fecha! Aquí os ofrecemos siete píldoras a modo de adelanto de los cientos de historias que vais a encontrar en este trabajo.

Trabajadora despedida por romper las normas de género

El periódico Lau Buru pamplonés, el 6 de mayo de 1886, informaba de que “en las obras del fuerte de San Marcos (Gipuzkoa) ha estado trabajando una mujer que vestía pantalones y paletó largo, tenía 40 años aunque aparentaba ser un chico de veintitantos. Recogiendo el sombrero, tenía puesto un pañuelo que ocultaba completamente la cabeza, excepto el rostro. Manifestó que ha trabajado en muchas ocasiones vestida de hombre y que en algunas se ha dedicado al oficio de pintor de brocha. Parece ser que es resistente y dura para la faena. Ha sido despedida de las obras para evitar escándalos (sic)”.

Cesárea Garbuno: la mujer que creó la primera refinería

La industria fue creciendo a lo largo del siglo, así como el comercio, formándose una clase social rica que iba diversificando sus actividades y asociándose para alcanzar mayores objetivos. En 1883, Cesárea Garbuno fundó la primera refinería de petróleo del Estado en Pasaia, llevando la representación y dirección administrativa de la misma durante un tiempo. En 1893, la sociedad adquirió un petrolero en Inglaterra para transportar crudo desde puertos estadounidenses hasta Pasaia, donde realizaban el refinado. Fue el primero del Estado. Además, tenían una flota de camiones cisterna y gasolineras que surtían a muchas ciudades. Es un raro ejemplo de empresaria de éxito a la que su condición de mujer no le impidió desarrollarse profesionalmente.

Joaquina, La Navarra, encarcelada por sus coplas

Joaquina, La Navarra, fue una cantante y actriz muy famosa en Bilbao. En 1800 actuaba en el teatro y cantaba una tonadilla que le creó problemas. Fue censurada por el corregidor, que la prohibió porque ciertas partes de la pieza eran subversivas. El director de la compañía alegó que era un disparate, pues la copla se había cantado en Madrid y nadie se había escandalizado, así que acudió al alcalde de Bilbao, quien dio permiso para que fuera cantada de nuevo. El día de la actuación hubo lleno total, Joaquina cantó la copla y el corregidor bajó al escenario, suspendió la representación y se llevó a la cárcel a La Navarra. El público se amotinó y exigió su liberación. Los concejales se quejaron ante el rey, quien dio orden de liberar a Joaquina. El día que salió de la cárcel, una multitud fue a dar vivas y aplaudirle.

20 años antes del primer 8 de Marzo

La primera huelga de mujeres en Euskal Herria la protagonizaron las empleadas de la fábrica de tabacos de Bilbao, las cigarreras, cuando en 1889 se enteraron de que estaba previsto aplicar un plan de amortización. El 8 de marzo -¡más de 20 años antes de que esa fecha tan señalada se convirtiera en el Día Internacional de la Mujer!-, se amotinaron y acorralaron al director, que se tiró desde la ventana del segundo piso. Solamente se dislocó el tobillo, pero el escándalo fue tal que se cerró la fábrica. Al día siguiente llegaron a la fábrica, que estaba cerrada y custodiada por la Guardia Civil y “las más levantiscas comenzaron a mostrar una actitud belicosa [...] trataron de arrollarlo todo, [...] y parece que un guardia recibió una tremenda pedrada en la espalda”. Finalmente, consiguieron sus objetivos.

La primera manifestación de prostitutas, en Bilbao

El Reglamento de Salud e Higiene bilbaino de 1882 ordenaba a la guardia municipal que vigilara a las mujeres que transitaban por la calle de noche. Así, todas las mujeres, especialmente las más humildes, quedaban bajo sospecha por el solo hecho de circular por la ciudad para ir o volver de su trabajo, identificando a pobre con prostituta. Ante esta situación de represión, en la zona de Las Cortes, La Laguna, La Cantera y Gimnasio, y como protesta, se organizó una manifestación de prostitutas que se disolvió en el puente Cantalojas.

Las cantineras

Espectacular e inédito prácticamente es el apartado dedicado en el libro a las tres guerras que vivió el país en el XIX. El papel de las mujeres en la invasión napoleónica y en las posteriores Guerras Carlistas ocupa un lugar destacado. Resaltamos aquí a las cantineras, que proveían de suministros a los soldados, cuidándolos si eran heridos, e incluso tomando las armas algunas de ellas en los batallones liberales y carlistas. Juana Josefa Munita que fue cantinera de un batallón de txapelgorris, durante la primera contienda, se presentó en muchas acciones con su batallón, siendo herida de bala dos o tres veces. Un día que embarcaba de San Sebastián a Santander su batallón, el jefe prohibió que entraran en el vapor las mujeres, pero ella, vestida con el uniforme, se embarcó y se presentó en Santander. Por su arrojo, le propusieron que solicitara una pensión vitalicia, pero ella contestó que no necesitaba nada teniendo salud y manos para trabajar.

Jacoba San Miguel: una de las primeras vendedoras de moda

Entre las mujeres emprendedoras que deciden abrir su propio negocio en este época hay que recordar a Jacoba San Miguel Murillo (1836-1923). En 1892, el estado del pasadizo de la plaza del Castillo estaba en un estado deplorable y prácticamente intransitable. Así que el Ayuntamiento sacó el solar de Zapatería a subasta con la condición de que el adjudicatario debía habilitar un paso entre esa calle y la plaza. Jacoba compró el solar, donde construyó su nueva casa, en cuya planta baja abrió un comercio textil, Casa Machiñena, de ropa femenina traida directamente de París. Se convirtió en la boutique de moda y fama en la ciudad y en toda Navarra. Al pasaje, que se le empezó a llamar de Sarasate, pronto se le cambió el nombre por el de Doña Jacoba, como se sigue llamando actualmente.

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