Raul Zelik: «Necesitamos una historia desde abajo y una conciencia del poder de los subalternos»

¿Cómo llegaste a la idea de describirnos como zombis del capital?

Es un viejo concepto marxista que el capitalismo intercambia los papeles entre vida y muerte. El mercado actúa como si fuera una persona y nuestras relaciones humanas se cosifican. Con la crisis ecológica, esta dimensión se acentúa. Además de someter al trabajo, el capital va agrediendo directamente a la vida. Nosotros y nosotras sabemos de esta fuerza destructora del capital pero seguimos viviendo para su reproducción. Nuestros anhelos son las necesidades del capital. En este sentido, nos parecemos a los zombis. Nuestras actuaciones obedecen a las lógicas del mercado y no a nuestra voluntad.

En el libro trazas toda una historia de la izquierda. ¿Cuál es la necesidad de contarla de nuevo en nuestro siglo?

En el sistema educativo nos suelen contar que los filósofos, hombres de Estado y partidos de gobierno nos han dado este derecho o aquella libertad. En realidad, muchos de los grandes filósofos liberales del siglo XVIII han sido esclavistas y los Estados burgueses occidentales fueron enemigos feroces del derecho universal al voto. A mi modo de ver, todos los logros democráticos y sociales de los siglos XIX y XX han sido frutos de las luchas populares. La liberación de los esclavos no fue un regalo de Abraham Lincoln sino conquista de las rebeliones negras; el seguro social europeo no se lo debemos a los gobiernos socialdemócratas sino a las luchas trabajadoras que amenazaron con una revolución social. Necesitamos una historia desde abajo y una conciencia del poder de los subalternos. En ese sentido me gustaría mencionar al historiador británico E.P. Thompson, que en su libro La formación de la clase obrera en Inglaterra (1963) mostró que la clase obrera se construyó a sí misma a través de sus prácticas solidarias y sus esfuerzos de autoeducación. Esto es lo que hace historia.

Aunque tu libro es teórico, también cuentas anécdotas muy personales. ¿Qué importancia tiene para ti lo personal en lo político?

Soy partidario de la vieja consigna feminista “Lo personal es político”. Es nuestra práctica solidaria, igualitaria, antimachista... que construye una alternativa de sociedad. En este sentido debemos vincular nuestro proyecto político con la vida diaria que llevamos. Este lema no está libre de contradicciones porque el anhelo de ser un sujeto emancipado se puede convertir en un mandamiento moralista. Creo que siempre tiene que haber una brecha entre lo que queremos ser y lo que realmente somos bajo las condiciones existentes. Pero sí debemos entender la dimensión política de nuestro comportamiento diario. Siendo profesores antiautoritarios, hombres feministas, obreros solidarios, vecinas dedicadas al auzolan resistimos a esta sociedad de mierda. El poder popular nace donde se materializan relaciones sociales alternativas en lo cotidiano.

Un elemento de gran peso en este ensayo es el ecologismo. ¿Cómo ha sido el proceso de darte cuenta de que resulta fundamental para un nuevo proyecto de izquierda?

Creo que la izquierda del siglo XX ha tenido una visión muy miope de lo que es el materialismo. Nos hemos limitado a pensar en los problemas de la distribución del dinero. Pero primero, el dinero no es más que una superficie del proceso de producción de riquezas: es el trabajo (y no el dinero) el que genera riquezas. Y segundo, toda economía se basa en una relación sostenible con su entorno natural. El metabolismo sociedad-naturaleza es clave: cuántos y qué recursos consume una sociedad, cuántas y qué sustancias emite. Cuando el metabolismo de una sociedad vaya más allá de los límites de la reproducción de su entorno natural, este tipo de sociedad desaparecerá. Una civilización marina basada en naves de madera por ejemplo se caerá cuando haya deforestado todos los bosques a su alrededor. Hoy día hemos llegado a una situación similar pero a nivel global. 

Dicho de otra manera, todo materialismo tiene que partir de los límites naturales del planeta. El metabolismo sociedad-naturaleza es lo más materialista que puede haber. Además es importante recordar que lo ecológico siempre tiene una dimensión de clase. El cambio climático y la extinción de especies nos acarrearán malas cosechas en muchas regiones del planeta. Si los alimentos escasean, serán las clases populares las que sufrirán hambre.

Publicaste el libro en alemán cuando se declaró la pandemia. Ahora sale en castellano cuando la novedad es la guerra. Y ambas cosas parecían estar en cierta medida prefiguradas. ¿Cuál es tu lectura al respecto?

Con la pandemia hubo un debate sobre si fue un acontecimiento externo al capitalismo (siempre han surgido nuevas enfermedades) o fruto de este sistema (la destrucción de reservas naturales hace más probable el paso de agentes patógenos de animales a personas). No sabría decir qué factor pesó más. Lo que sí tengo claro es que la agresión rusa a Ucrania es producto del sistema económico global. El capitalismo pasa por el control de territorios que disponen de recursos, sitios de producción y consumidores. En este sentido, Rusia es un (sub)imperio capitalista en crisis que ataca a un país vecino para parar la expansión de otro imperio capitalista económicamente más exitoso. Si el sistema económico global sigue con su dinámica actual, al final ya ni siquiera seremos zombis. Simplemente estaremos muertos. Hay que parar las maquinarias militares. La OTAN y la Rusia de Putin ahí son dos caras de la misma moneda.