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Migración, precariedad, autogestión y comunidad

Petare en Venezuela, Comuna 13 en Colombia, Dharavi en la India, Kibera en Kenia… Es conocido que el fenómeno del chabolismo no es algo aislado y ha existido y existe en numerosos lugares del mundo. Sin embargo, en Euskal Herria se sabe poco acerca de los barrios de chabolas que se extendieron a lo largo de Bilbao en el siglo pasado, a pesar de que la influencia de los mismos y sus gentes llega hasta nuestros días. El historiador Iñigo López Simón ha investigado la proliferación y la importancia histórica de estas chabolas en su libro Este barrio de barro, publicado el año pasado en euskera con la editorial Elkar bajo el título Bilboko etxola batean, tras recibir el premio Tene Mujika.

Las chabolas de Bilbao existieron desde la Edad Media, pero en la década de 1950 se convirtieron en un problema. Y es que Bilbao y Bizkaia se industrializaron en el siglo XIX, antes y de forma más notable que otros lugares, y aunque el proceso se paralizó durante la guerra de 1936, después se recuperó rápidamente. El Gobierno franquista hizo propaganda al respecto, anunciando que en Bizkaia había trabajo, y mucha gente acudió a Bilbao en respuesta a ese llamamiento; principalmente desde los territorios campesinos españoles, pero también desde los municipios vecinos. La población de Bilbao creció mucho en poco tiempo, y no había viviendas suficientes; las únicas disponibles eran las del ensanche, demasiado caras para la mayoría.

Así, los migrantes decidieron construir sus chabolas. Las hacían de noche, deprisa, con materiales de segunda mano. Eran pequeñas, de una sola planta, con estructuras precarias, y no tenían agua ni electricidad. Al principio, el Estado franquista y las autoridades locales dieron la espalda al tema; pensaban que se resolvería por sí solo. Por el contrario, lejos de desaparecer, las chabolas tendieron a proliferar. Con el paso de los años, el fenómeno se acentuó y para 1955 era un problema visible desde cualquier lugar de la ciudad. En los barrios utilizaban el auzolan para cubrir sus necesidades: construyeron el alcantarillado o plazas públicas, y en algunos barrios incluso escuelas, iglesias, bares o comercios.

Del barro al hormigón

En 1955 los barrios de chabolas comenzaron a tener eco en la prensa, y eso trajo que mucha gente se empezara a enterar de esa realidad que tenía al lado pero desconocía. Tras años sin tomar ninguna responsabilidad, la administración también comenzó a intervenir: en concreto, el Ayuntamiento envió a policías municipales para completar un censo, en el que notificaron 33 barrios. En ellos también vivían personas nacidas en Euskal Herria: en torno al 15% procedía de Bizkaia, y también había personas llegadas de Araba, Gipuzkoa y Nafarroa. La lista se configuró con la intención de derribar las viviendas, pero no comenzaron a desalojarlas hasta el verano de 1961. En esos años el fenómeno creció notablemente: en 1960 había ya 4987 chabolas en las que vivían 26 314 personas.

Pero Bilbao no era la única ciudad del Estado con problemas con la vivienda. En Madrid, Barcelona y Sevilla la situación era parecida, y en los años 50 el Gobierno franquista comenzó a construir casas para los trabajadores, combinando dinero público y privado. Fue una política de Estado. En Bilbao fundaron el barrio de Otxarkoaga: en apenas un año, de 1960 a 1961, construyeron todo el barrio. La orden era construir de la manera más barata posible, en el menor tiempo posible; así crearon un barrio absolutamente precario. Además, en muchos casos, las chabolas fueron destruidas brutalmente porque sus miembros no querían abandonarlas; eran casas precarias, pero en ellas tenían su vida, su comunidad.

De aquellas redes al movimiento vecinal

Según Iñigo López Simón, para los migrantes los barrios de chabolas fueron un buen lugar donde hacer la adaptación del campo a la ciudad; en Otxarkoaga, sin embargo, el contraste fue mayor: los introdujeron en bloques de pisos de hormigón, sin respetar las distribuciones de los barrios, lo que conllevó a la desaparición de las redes y comunidades existentes. Sin embargo, según destaca el autor, posteriormente Otxarkoaga ha sido un barrio con mucha conciencia obrera, y a su juicio, esto surgió en los barrios de chabolas, porque allí tuvieron que saber organizarse de manera autónoma, lo que, según el autor, ha sido, junto con muchos otros factores, clave para entender el movimiento vecinal que ha habido a posteriori en Bilbao.

Para llevar a cabo el trabajo, el autor ha consultado archivos, censos e investigaciones, y ha recogido testimonios de personas que vivieron en chabolas, para poder reflejar sus vivencias y puntos de vista. Con esta obra Iñigo López Simón quiere reivindicar el valor histórico de los barrios de chabolas, ya que es un tema que se suele mencionar de forma anecdótica, y quiere demostrar que, al contrario de lo que se pueda pensar, estos barrios han tenido importancia en el carácter, urbanismo, sociología y política de la ciudad.

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