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«El transfeminismo está hecho de sujetos que están fuera de norma; entre ellos las enfermas»

Posología. Microdosis transfeministas para la salud es una compilación de textos en los que los transfeminismos y las nociones de salud y enfermedad entran en diálogo. Las compiladoras María Zapata Hidalgo y Caro Novella Centellas están presentando el proyecto en numerosos lugares del Estado, acompañadas de diferentes participantes, pero han hecho una pausa para responder a nuestras preguntas. 

¿Por qué planteáis una mirada transfeminista sobre la salud?

María Zapata. El transfeminismo fue capaz de romper el binomio de género, y ha sido capaz de llevar esta ruptura a más binomios, como naturaleza-cultura, individuo-sociedad o salud-enfermedad. No todos los feminismos lo hacen, y el transfeminismo lo hace. Para mí es un movimiento que ha acogido siempre a lo enfermo, lo insano. Porque el transfeminismo está hecho de sujetos que están al margen, fuera de la norma, y entre ellos las enfermas. El transfeminismo está hecho de eso. Ha dado muchas herramientas a gente fuera de la norma para decir: yo también puedo politizar esto, mi rareza no tiene que ver conmigo, sino con cómo está organizado el sistema. Para ver que el malestar no es solo individual, está estructurado, diseñado.

Caro Novella. Por otro lado, en la práctica transfeminista también compartimos una defensa de la autogestión, de ser autónomos, no depender de las instituciones, colectivizar; nos viene de herencia del transfeminismo, y también la visión anticapitalista.

¿Con esta publicación quisierais empezar a llenar un hueco, tanto en el propio transfeminismo como en el panorama editorial?

C.N. En el transfeminismo aún faltaba que la enfermedad estuviera más presente. Creo que tiene que ver con que a la enfermedad cuesta asociarla con el placer y el goce. Era necesario que se abriera el tema de salud desde el transfeminismo, por un lado, para politizarlo, porque nos da herramientas, y, por otro lado, porque en la enfermedad también hay goce, placer, gustito; esto también se puede recuperar.

M.Z. Creo que el transfeminismo sí que ha tocado temas de salud que otros feminismos no han tocado. Pero, en general, hablar de enfermedad a la gente no le gusta, en el transfeminismo y en todas partes.

C.N. Uno de los retos es entender enfermedad y deseo juntas. O enfermedad y vida, como una parte de la vida, y acoger estas cuestiones. Erotizar la enfermedad es complicado.

M.Z. Mari Luz Esteban habla en el texto La antropología y el poder de lo erótico de la erótica como pulsión de vida. El reto es erotizar la enfermedad, pero como una pulsión de vida, como la experiencia sensible, placentera.

C.N. La idea era ofrecer estas pautas vitalistas, y por eso hay tantas artistas, tanta gente que trabaja con el cuerpo, la poesía, por ir a ese espacio de la erótica de la vida.

M.Z. Y en el mundo editorial también había un vacío porque no se había publicado nada, es causa y consecuencia. El covid-19 y la pandemia han sido un incentivo, pero ha sido un oasis; hay temas que no se tocan y parece que interese que no se toquen.

El reto es erotizar la enfermedad, pero como una pulsión de vida, como la experiencia sensible, placentera

Empezasteis a trabajar en el libro justamente en un momento de crisis sanitaria. ¿Cómo ha sido el proceso creativo?

M.Z. Todo comenzó hace tres años, fue una propuesta de Caro, que yo cogí encantada. Fue en un momento de emergencia sanitaria y durante estos tres años han pasado muchas cosas. Llamamos a autoras, autoras que están y otras que no han podido estar. Porque esta crisis sanitaria ha afectado mucho a las vidas más precarias, a nosotras también; yo gesté y Caro tuvo un segundo cáncer. Y Sole Arnau falleció en medio del proceso. Ha sido complejo, porque los procesos colectivos lo son, pero más aún por el momento que vivíamos. Y como compiladoras también ha sido complejo. Nos llegaron textos muy diferentes, algunos tuvimos que acompañarlos bastante; los ritmos eran diferentes… Hay que asumir que las cosas colectivas tienen esta complejidad y estos ritmos.

C.N. El proceso creativo ha sido un reflejo de la situación social que estábamos viviendo. Los colectivos no se podían unir, con lo cual, tenían dificultades. Las personas estaban en momentos de incertidumbre vital muy grande y así es muy difícil sentarse a escribir. En ese sentido, ha sido un proceso creativo muy intencional; las que están han puesto mucha energía en poder estar. Por otro lado, este libro nos daba una excusa para estar en común. Es un libro medicina, en este sentido.

En el libro participan personas y colectivos que vienen de diferentes ámbitos; generalmente, del activismo, la academia o el arte. ¿Cuáles son las características principales de las personas y los proyectos que lo forman?

M.Z. Son trece colaboraciones, de autoría colectiva o individual, más la portada del artista de performance Lechedevirgen —que tiene su origen en una performance sobre un trasplante renal; no ha sido elegida porque sí—, más el prólogo de Sara Torres, una pensadora literaria que está dándole vueltas al tema de la salud. Cada texto toca un ámbito diferente: prisiones, salud mental, cáncer, diversidad funcional, decolonialidad, autogestión de la salud, violencia sexual en infancia y adolescencia, colectivo trans... Los puntos en común son los abordajes de la salud desde la mirada transfeminista, pero la mirada es caleidoscópica.

C.N. El encargo era recolectar conocimientos y experiencias que estas personas y estos colectivos tienen, muy situadas, desde la práctica y con pautas para una gestión distinta de la salud. Por eso, todos los textos son bastante propositivos. Una de las autoras, que al final se cayó, cuando le propusimos el tema, nos dijo: ¿pero esto es salud? Y esto es lo que queríamos, abrir lo que se entiende por salud, porque el bienestar, el malestar o la vulnerabilidad cruza los cuerpos desde ámbitos muy distintos. Y otra característica de las autoras es que la gran mayoría somos amigas o habíamos hecho procesos creativos juntas antes. Es importante, porque las alianzas ya venían forjándose, alianzas transfeministas, queer-crip, con colectivos que tratan el bienestar o el malestar desde perspectivas decoloniales o antirracistas…

Queremos abrir lo que se entiende por salud, porque el bienestar, el malestar o la vulnerabilidad cruza los cuerpos desde ámbitos muy distintos

¿Con qué público queréis dialogar?

C.N. Le hemos llamado al libro Posología para que lo pueda reconocer la gente que está trabajando en el sector biomédico; que nos encuentren. Nos interesa pensar con la gente que está pensando en salud comunitaria, salud pública, también la gente que viva la enfermedad desde lo propio y no se haya planteado la politización… Llegar a la gente que está sola, encerrada en su dolencia, para que se active y vea otras maneras de vivirlo. Y también con el transfeminismo.

M.Z. Traspasar esta frontera y no quedarnos solo en el gueto, que sea una compilación que abra debates con el sistema de salud. Tenemos críticas para con el sistema biomédico, pero queremos mejorarlo.

C.N. Queremos activar reflexiones, que salgamos del camino hecho, darle la vuelta a la propia concepción de salud. Hacer grietas, por pequeñas que sean, y que salgan flores.

¿Hay alguna frase o idea que os haya sorprendido, que quisierais rescatar?

M.Z.  Me gustan mucho muchos textos, pero especialmente el de Lucrecia Masson, por cómo estaba escrito, por la propuesta de texto, la narrativa… Y me enseñó precisamente esta noción occidental de salud: “La noción occidental de salud/enfermedad que se nos muestra como dos dimensiones o momentos delimitados, perfectamente diferenciables. Se nos enseña que tener salud es ausencia de enfermedad y viceversa”. Me gusta porque rompe este binomio que tenemos de salud como la completud: la persona que está sana está completa. Dice “otra noción occidental colonial a partir de la que hemos aprendido a pensar y habitar el cuerpo es la idea de lo completo, de lo íntegro, de aquello a lo que no le falta nada. Es el sentido de la completud lo que me interesa en este argumento poner en cuestión”, y es lo que hace precisamente con su texto, y eso es lo que hay que hacer: dejar de pensar la salud como lo completo y la enfermedad como la ausencia; ver una escala de grises. En el texto de Caro también, “cáncer tenemos todas” me parece una afirmación muy potente, y pensar la enfermedad como un proceso colectivo. Y rescataría un tercero, que me gusta muchísimo, el de Susanna Minguell; el poema final es como un fogonazo de luz, que te deja ciega.

C.N. Del de María, la frase con la que me quedo es: “Sin embargo, el disfrute con el propio dolor emocional parece que es algo poco enunciado”. Esto abre un mundo que yo no tenía abierto. O, por ejemplo, de la entrevista de Dani D’Emilia, me ha hecho reír mucho cuando dice: “El útero estaba en una bolsa de plástico, como un pez de colores, pero del color de mi carne”. Es un reír que emerge de la complejidad y lo absurdo y plástico. De cómo un útero se vuelve una pecera, y de cómo esta imagen me arranca una carcajada por la potencia de la transmutación. ¡Y que me da muchísimo gusto! Cada texto tiene algo. 

Otros títulos que completan la colección:

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