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Charo Roquero: «De nuestras antepasadas destaco, sobre todo, el coraje que tenían»

En este segundo volumen de Historia de las mujeres en Euskal Herria, se retrata la vida de nuestras antepasadas durante los siglos XVII y XVIII. En esta obra de referencia, la historiadora donostiarra Charo Roquero aborda temas como el papel de la mujer en la Iglesia, el ocio, los oficios, la moral sexual, las actitudes y costumbres, el matrimonio y la presión familiar, la marginación a que fueron abocadas muchas de ellas y la conformación de la personalidad y mentalidad femenina en estos siglos. De todo ello charlamos con la autora en esta entrevista.

El día que conocimos a la historiadora donostiarra Charo Roquero se nos presentó en la editorial con un libro de más de 500 páginas, impreso en folios y encuadernado a mano. El título: Porque siempre se ha hecho así… Cómo vivía, cómo se desenvolvía, y cómo se divertía la mujer en la sociedad tradicional del País Vasco (siglos XVII-XVIII). Mucho antes de que las hermanas Iziz Elarre terminaran la primera parte de Historia de las mujeres en Euskal Herria, Roquero nos había adelantado ya la historia de las vascas durante el siglo XVII. Como en el caso de las aibarresas, el trampolín que la había llevado a dar un salto a un trabajo tan extenso, a un trabajo sobre todo el país, eran sus investigaciones sobre temas locales: el caso Idiáquez, la historia de Altza, los asedios de Donostia… Este interés por el día a día de nuestros pueblos, y su licenciatura en Historia Moderna y en Ciencias Políticas y Sociología, hacen que Charo Roquero enfoque todos sus trabajos desde una óptica multidisciplinar, que nos permite, a su vez, entender mejor la compleja mentalidad de toda una época. De esta forma, sin ser conscientes de ello, separadas por decenas de kilómetros, sin tener noticias mutuas, con un background totalmente diferente, pero con unos objetivos y desde un punto de vista similares, Rosa y Ana Iziz y Charo Roquero estaban a punto de cruzar sus pasos.

Aún tendría que pasar un tiempo, porque de aquel primer original que no cabía ni en nuestras estanterías, pleno de información de fuentes primarias, enseguida vimos despuntar un tema: la prostitución. Oficio practicado por muchas de nuestras compatriotas, siempre escondido, siempre tabú, Roquero se animó desde el primer momento a hincarle el diente. La documentación hallada en distintas épocas era abundante: la persecución de las prostitutas y la judicialización de cualquier cuestión que les atañe es una constante de nuestra historia. “Los pleitos no solo nos dan noticia del hecho denunciado en sí, sino que suponen una fuente riquísima desde el punto de vista sociológico, tanto a nivel de detalles de la convivencia más estrecha, como a nivel de modos de pensar y juzgar a nivel social y colectivo”. Así surgió Historia de la prostitución en Euskal Herria.

Tus primeras obras tienen un enfoque local, pero en Historia de la prostitución en Euskal Herria y en el segundo tomo de Historia de las mujeres en Euskal Herria, das un salto cualitativo para contar la historia de todo el país. ¿No tuviste vértigo?

La diferencia primordial con respecto a mis anteriores investigaciones es que en este estudio el ámbito es más amplio y diferenciado. Y con ello, además de ser más extenso geográficamente, los contrastes entre un ambiente rural y urbano, y entre si este es costero o no, son muy destacables a la hora de describir la vida de la mujer. No tiene nada que ver una mujer de un pueblo de Navarra con una que habita en la localidad costera de Bermeo o con la que vive en una ciudad como San Sebastián. Incluso observamos diferencias entre las ciudades fronterizas o del interior. Hondarribia se asemeja más a Donostia, por su carácter de fortificación militar, que a Gasteiz. En cada ámbito la mujer tiene unas dedicaciones laborales, preocupaciones y presiones diferentes.

La presión social a la que se ven abocadas las mujeres durante el siglo XVI es un tema que tratas a fondo en el libro. ¿Qué destacarías de este tema?

Si aparcamos estas diferencias locales de las que hablo, comprobamos que existen características comunes. Destacaría sobre todo el coraje que muestran. Saben sacar adelante una familia, un trabajo, una situación de desprotección, de viudedad y de la inminencia de tener que salir de la miseria. Ante esto, la mujer recurre a cualquier trabajo, por muy gravoso e inestable que fuera. Resaltando, en general en la mujer vasca, su carácter guerrero. Y no es una mera anécdota. Aunque, bien es verdad que, simplificando mucho, podemos hablar de dos clases de mujeres: la dama refinada de vida tranquila, ociosa y educada para un buen enlace, que procedía de un medio burgués y mercantil; y la más peleona y corajuda, que, como se dice vulgarmente, “se buscaba la vida”.

Otro tema que abordas en el libro es el del trabajo. ¿A qué oficios se dedicaban las mujeres?

El trabajo de las mujeres era totalmente versátil, se adaptaba a lo que podríamos considerar la “economía de la improvisación”. Orientadas hacia la estrategia de supervivencia y excluidas de toda especialización: hilar, vender, ayudar en el taller, lavar la ropa, transportar agua, vender los productos de su huerta, layar, hacer de ama de cría, ayudar como partera, en la educación de las niñas, echar una mano en la taberna y posada, en el huerto y con el ganado… podían ser, entre otras, tareas remuneradas o no, desarrolladas por una misma mujer en momentos diferentes de su vida. Sus conocimientos para todo ello procedían de la improvisación, de la práctica y de lo que habían visto en casa y por ello podían llegar a cubrir un abanico ocupacional muy amplio, lo que le daba muchas posibilidades de encontrar trabajo cuando la economía familiar lo requiriera. Exteriormente simultanea tareas, pero sus trabajos son precarios e irregulares: trabajaba temporalmente cuando había faena (cuando hay productos de la pesca, del huerto, de la siega, en la poda…). En casa también sirve para todo y siempre con dedicación y sin queja.

En todos esos legajos y libros encontramos sobre todo pleitos, denuncias, juicios y amonestaciones. ¿La historia de las mujeres solo se puede hacer a través de las perseguidas por la justicia?

Si bien está claro que ella no tiene un papel protagonista en la historia general, hay campos de investigación (como las fuentes jurídicas) en cuyos documentos las mujeres sobresalen enseguida, tanto como encausadas, como testigos, o como denunciantes. Es sabido que en la época les gustaba pleitear y esta abundancia de material de archivo es lo que me ha interesado. Y lo que me ha llamado mucho la atención es que muchas veces sacan adelante denuncias de injusticias laborales, solidariamente, uniéndose entre ellas, posaderas, regatonas o pescateras, casi a modo gremial: la unión hace la fuerza…

De estos pleitos extraes muchísima información sobre el día a día de las mujeres...

Los pleitos no sólo nos dan noticia del hecho denunciado en sí, sino que suponen una fuente riquísima desde el punto de vista sociológico, tanto a nivel de detalles de la convivencia más estrecha, como a nivel de modos de pensar y juzgar a nivel social y colectivo. Los pleitos son muy importantes para conocer la vida cotidiana de la mujer: se puede ver a las mujeres llevando a cabo un sin fin de tareas laborales y domésticas: arando la tierra, yendo y viniendo de los molinos, llevando cargas y recados por los caminos con el burro, conduciendo el ganado, acarreando leña de los montes, vendiendo en los mercados y tiendas, levantando cargas en los muelles, yendo a la fuente, trabajando de criada, lavando la ropa, vendiendo vino, hospedando marineros o jornaleros… Y junto a ello sus fiestas, su asistencia a la iglesia y sus ritos funerarios. Conocemos, aunque de manera fugaz, descripciones de sus romerías, de los trayectos a los santuarios, de los galanteos y rituales de cortejo, de las danzas y las comidas, donde ambos sexos comen, beben, festejan y bailan hasta bien entrada la noche (a pesar de la condena de los eclesiásticos). Y lo mejor de todo: en esos pleitos se cuentan los chismes y habladurías que describen la pequeña historia de la cotidianidad. Algunos muestran (en una acusación de injurias, por ejemplo) que “ella iba hacia su caserío con otras mujeres y contó cómo tal y tal había hecho cosas deshonestas con tal en el sitio que todo el mundo conocía y que luego, la tal, que no vestía de forma recatada precisamente (aquí detalla cómo iba vestida) acudió a u  cura que le dijo…” En fin, que nos aportan cantidad de relatos de detalles cotidianos a los que de otra forma no tendríamos acceso y se hubieran perdido. A ello se añade los detalles que prestan las testigos, muchas veces pintorescos, el “cotilleo”, vamos. Y eso es muy bonito para un historiador, porque te mete en su vida y te hace comprender lo que les importaba.

Entre esos juicios también has encontrado abundante documentación, que recoges en tus libros, sobre el maltrato que soportaron las mujeres y las distintas formas en las que se enfrentaron a él. Cuéntanos un poco más sobre esto.

Los malos tratos a la mujer en los siglos XVII y XVIII tenían unas características muy definidas. En primer lugar quedan en el ámbito familiar y no se denuncian, dejando tras de sí un regusto de "algo habrá hecho". Se justificaban en relación a que es función del marido “corregirla”, y la de ella cumplir su papel en el hogar, con sumisión y respeto total al varón. A ella solo le quedaba como recurso la huida, o el depósito en un convento o bajo la tutela de una figura respetable. Pero siempre quedará menospreciada y dependiente de lo que le pasara su marido para mantener su propia supervivencia y la de sus hijos. Las sentencias de los pleitos, así como las recomendaciones de las autoridades, tanto civiles como religiosas, siempre se encaminaban a empujar hacia la reconciliación y la vuelta a la convivencia en el hogar, exhortando a la mujer al perdón y la componenda.

Así que la violencia doméstica era el pan de cada día...

La violencia doméstica ni era rara ni se le daba demasiada importancia. Por ello apenas queda reflejada en documentos o literatura oficial; no era un hecho que llamara especialmente la atención en una comunidad y su existencia estaba tácitamente aceptada (e incluso aprobada socialmente como correctivo). Vemos que la mujer siempre tenía tendencia a justificarse explicando "que no lo entendía porque no le había dado ningún motivo para ello"… y solo lo denunciarían en el caso de un grave exceso. En un pleito me encontré que en una situación, en que un alguacil le da una bofetada a una mujer en el muelle, ella le dice que no osara pegarla, “que ella ya tenía en casa quien le pegara”…

Los archivos también dan buena muestra de la mentalidad de los varones de la época...

Sobre el papel, las justificaciones que proporciona el hombre ante los malos tratos a su esposa son siempre similares: “que su intención era corregirla, por ser de vida demasiado libre”, “porque no le respeta suficiente como marido”, que “si alguna vez le ha castigado ha sido por desobedecerle y faltarle el respeto que le debe como marido”, “porque ella es una deslenguada”, “porque le vocea”, “porque no tenía la cena preparada”… Pero si rascamos un poco, vemos que la situación establecida y aceptada de la superioridad del varón, intelectual y moral, así como la sumisión de la mujer respecto a sus padres o maridos hacía posible, e incluso justificaba, el castigo y la violencia con la rebelde. Las causas de los golpes no son necesariamente por liviandades extremas o situaciones límite de insubordinación femenina, solo con no callar ante una reprimenda del marido o contradecirle en opiniones de tema cotidiano, puede ser una razón para golpearla.

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Primer volumen: prehistoria, romanización y Reino de Navarra

En el primer volumen de Historia de las mujeres en Euskal Herria, las hermanas Iziz abordan la vida de las vascas en la prehistoria, la romanización y el Reino de Navarra. Esta monumental obra viene a llenar un hueco en la historiografía de nuestro país repasando, pormenorizadamente, los oficios a los que se dedicaban las mujeres medievales, sus vivencias con el sexo y las relaciones afectivas, la opresión femenina cotidiana y la misoginia inherente a todos los estratos de la sociedad. Completado con múltiples fotografías y una selección de cuadros, grabados e ilustraciones.

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