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Manuel Martorell: "José Borges protagonizó una conspiración que en 1855 debía desencadenar en Pamplona una nueva guerra carlista"

El periodista e historiador Manuel Martorell ha centrado sus investigaciones en figuras relevantes de la militancia comunista en Navarra y en la evolución del carlismo bajo la dictadura franquista. En este nuevo libro reconstruye la odisea italiana del general carlista José Borges, una figura histórica de gran importancia que aquí es desconocida, incluso en su Catalunya natal. Martorell aborda también el protagonismo de Borges en las dos primeras Guerras Carlistas y en la fallida, y desconocida hasta la fecha, insurrección de 1855 que, partiendo de una conspiración en Pamplona, debía desencadenar una nueva guerra. Hablamos con el autor sobre su último trabajo.

¿Quién fue José Borges?

Un carlista catalán que se destacó en la guerra “dels Matiners” (1846-1849) y en la insurrección de 1855, pero cuya figura alcanzó proyección internacional seis años después, cuando se unió al brigantaggio italiano, intentando unificar las rebeliones populares contra el proyecto unitario y centralizador del liberalismo. Ayudando a los briganti –literalmente “bandoleros”–, fue perseguido durante tres meses por fuerzas al mando de siete generales en una verdadera “caza al hombre” hasta que, finalmente, fue capturado. Por desafiar a todo un ejército se le consideró el “nuevo Don Quijote”, manteniéndose fiel a su compromiso en las peores circunstancias. Una vez preso, rechazó traicionar sus ideales a cambio de salvar la vida, afrontando la muerte con una entereza poco común. Su ejecución colectiva, junto al resto de sus compañeros, también carlistas exiliados en Francia, provocó indignación en toda Europa y hoy es considerado un héroe al que se rinden homenajes todos los años.

¿Por qué merece un libro su figura?

Existen varios motivos. El primero porque es una figura histórica de gran importancia desconocida incluso en su Catalunya natal. Resulta paradójico que en Italia sea un héroe, se escriban libros sobre él, aparezca en películas, novelas, cómics… y aquí apenas se le conozca. Se trata, por lo tanto, de un acto de coherencia y justicia histórica. También porque estamos ante una impresionante odisea, una hazaña épica de extraordinaria intensidad dramática. En tercer lugar, porque la tragedia de Borges nos abre las puertas del Mezzogiorno, de la Italia meridional, la Italia más desconocida, que también cuenta con una larga historia de resistencia y que ahora busca su propia identidad... es la Italia del Gatopardo, de Gramsci, de Carlo Levi y del guerrillero Salvatore Giuliano. Finalmente, el Borges de 1861 nos revela que la evolución política del carlismo ya había comenzado a mediados del siglo XIX, momento en que el movimiento legitimista asumía ya postulados constitucionalistas, de componente social y claramente foralistas.

¿Desconocido en su Catalunya natal y un héroe en Italia?

Así es. En Italia llevan dos décadas dedicándole homenajes anuales, cada 8 de diciembre, el día en que este grupo de exiliados carlistas, fundamentalmente catalanes, fueron ejecutados sumariamente para después hacer desaparecer sus cuerpos quemándolos. Por este motivo, Borges y sus compañeros son hoy símbolo de la resistencia popular contra la anexión del antiguo Reino de las Dos Sicilias, el actual Mezzogiorno. Para quienes reivindican una identidad propia del sur de Italia, los briganti, entre ellos de forma destacada Borges, fueron partisanos que luchaban por la libertad de su tierra y no criminales como han sido calificados por la historia “oficial”. Lo más significativo es que tanto los partidos de la derecha como los de la izquierda asumen esta reivindicación y que los homenajes a Borges están impulsados por ayuntamientos progresistas en colaboración con grupos conservadores o nostálgicos legitimistas sin que ello degenere por necesidad en un enfrentamiento político.

Una época, la de los briganti, también convulsa en Italia.

Sí, los propios briganti dan nombre al brigantaggio, una guerra civil no reconocida como tal que constituye el movimiento insurreccional más parecido al carlismo de toda Europa. Se desarrolló entre 1860 y 1868 en el sur de Italia cuando una serie de revueltas populares intentaron mantener la independencia y autonomía del antiguo Reino de las Dos Sicilias frente al proyecto unionista de la burguesía liberal. Sin mandos militares, los numerosos grupos de brigantes iniciaron una guerra de guerrillas reprimida con una brutalidad inusitada, agudizando el empobrecimiento del sur de Italia y ampliando aún más la brecha económica y social con el norte. El Mezzogiorno, la mitad sur de Italia, fue ocupado militarmente, sus instituciones disueltas y su economía abandonada, convirtiéndose en una gigantesca fábrica de emigrantes. Se originaba así los que hoy se denomina la Cuestión Meridional, el principal problema político de la Italia moderna.

Antes has hablado de Gramsci y también leemos en tu libro sobre él. ¿Qué tiene que ver el pensador marxista con el general carlista? ¿Acaso fue Gramsci carlista?

No, en absoluto, pero el brigantaggio, fundamento último de sus teorías sobre la Cuestión Meridional sí presenta similitudes con el carlismo, además de poner sobre la mesa el papel de las vanguardias en la construcción del Estado liberal. Replanteando las tesis leninistas, Gramsci consideraba que las vanguardias no podían lanzarse a la conquista del poder sin tener garantizada la hegemonía social; es decir, no se podía asaltar el poder sin una base social amplia, como hizo la burguesía decimonónica en España y en el sur de Italia utilizando la fuerza militar. Gramsci considera que forzar los cambios sin tener en cuenta la realidad social y cultural del país puede provocar el rechazo y la resistencia de una parte importante de la población; y eso es lo que ocurrió tanto con el brigantaggio como con el carlismo. Por cierto, Gramsci también apoyó los movimientos autonomistas en su juventud y respetó siempre la cultura popular impregnada de religiosidad como solía ocurrir en los territorios de influencia carlista.

Hablando de asaltar los cielos, en el libro encontramos por primera vez noticias de una desconocida intentona de sublevación carlista en Pamplona.

En la que Borges tuvo un especial protagonismo. En resumen, fue una conspiración que el 2 de febrero de 1855 debía desencadenar en Pamplona una nueva guerra carlista. De acuerdo con la nueva información que se aporta en este libro, el plan implicaba controlar el cuartel de La Merced –actual Escuela de Idiomas– y la Ciudadela para armar a cientos de voluntarios llegados de otras partes de Navarra. Sin embargo, una delación puso al descubierto todo el plan, siendo algunos conjurados descubiertos y fusilados mientras otros huían a Francia. Pese al fracaso, aparecieron partidas armadas en Castilla, Aragón y Cataluña, manteniendo la agitación carlista durante todo el año, hasta bien entrado 1856. Se trata de uno de los episodios más desconocidos en la historia del carlismo que ahora cobra una nueva dimensión debido al contenido de unas cartas encontradas en el Archivo Histórico Provincial de Badajoz en las que aparecen figuras tan relevantes como los navarros Joaquín Elío Ezpeleta, José Múzquiz y Radica, estos dos últimos de Tafalla.

¿Qué podemos recuperar hoy de aquella ideología que llevó a la lucha y a morir como un héroe a José Borges?

Como entonces, el respeto a las formas de autogobierno y organización social que estaban estrechamente vinculadas a la vida cotidiana de la población y que los partidos liberales decimonónicos se limitaron a tachar de reaccionarias. Buena parte del rechazo popular al proyecto político liberal estuvo motivado por la destrucción forzada de estas formas de organización tradicional, entre las que cabe destacar los fueros, los sistemas de representación directa, la propiedad comunal de municipios y regiones, sustituidas por nuevas estructuras políticas y económicas contrarias a los intereses de las capas más desfavorecidas de la sociedad. Salvando las distancias, se puede decir que tanto entonces como ahora no todas las formas de organización social tienen que pasar por el tamiz o el control de los partidos políticos. Este hecho fue una causa importante de la rebeldía popular en el siglo XIX y hoy sigue siendo un factor clave en el progresivo alejamiento de la población respecto a la “clase” política.

Y, sin embargo, a pesar de tu lectura, el carlismo no goza hoy de muy buena fama. ¿A qué se debe?

Fundamentalmente a dos razones. La primera y más obvia porque el carlismo ha dejado de ser una fuerza política a tener en cuenta. La segunda tiene que ver con una lectura simplificadora que se está haciendo de su participación en la Guerra Civil de 1936, identificando el carlismo, en su conjunto, sin las necesarias delimitaciones, con el franquismo y, lo que es peor, con la represión de retaguardia. La principal consecuencia de esta tergiversación de la realidad es que la mancha de la Guerra Civil está salpicando incluso al carlismo del siglo XIX, a figuras que, como Zumalakarregi, nada tienen que ver con acontecimientos ocurridos un siglo después de su muerte. La polémica por la placa dedicada a este general en las murallas de Pamplona y la solicitud de clausurar el Museo del Carlismo de Estella son buenos ejemplos de ello. Se trata de una sorprendente involución historiográfica contraria a los fundamentos básicos del conocimiento científico y a la construcción del propio relato histórico.

Entrevista: Jon Jimenez.

El autor

Manuel Martorell Pérez (1953, Elizondo). Es periodista y doctor en Historia. Ha centrado sus investigaciones en figuras relevantes de la militancia comunista en Navarra y en la actitud política del carlismo bajo la dictadura franquista. Resultado de estos trabajos, destacan, entre otros, los libros Jesús Monzón, el líder comunista olvidado por la Historia (Pamiela, 2000), Retorno a la lealtad y, junto a Salomó Marqués y Mª Carmen Agulló, el dedicado a las hermanas Úriz Pi, Pioneras (Txalaparta, 2018). Como periodista está especializado en Oriente Medio y el problema kurdo, sobre el que ha publicado también varias obras, entre ellas, Kurdos (Catarata, 2019).

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