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Invitación a la vida · En honor de José Bergamín | Javier Sánchez Erauskin

José Bergamín, incansable exiliado de su amada y soñada España peregrina y, por lo mismo, portaestandarte a contracorriente de la tricolor republicana y, en su muerte, de la ikurriña o del Eusko Gudariak de la revuelta. Por ser su mejor legado la esencia de su espíritu de libertad e inconformismo, no podemos dejar de recordarlo, a pesar de su "cuando yo me muera, no me recordéis". Esperamos hacer justicia a una vida ejemplar de lucha con esta breve introducción del periodista Javier Sánchez Erauskin a la antología José Bergamín. Escritos en Euskal Herria.

José Bergamín, extraño y extrañado, eterno peregrino, inconformista y rebelde, escritor maldito, más cercano a la paradoja y a la crítica que a las opciones partidistas o a los parabienes de los oportunistas de turno, se vio cercado en vida por el silencio de los instalados y en su muerte por la desmemoria de resentidos ilustres o sectarios olvidadizos.

Estrella rutilante de la Generación del 27 o de la Generación de la República junto a Salinas, Alberti, Gómez de la Serna o García Lorca, interlocutor y amigo de Juan Ramón, de Neruda, de Machado o de Miguel Hernández, protagonista en el movimiento de intelectuales que alzándose contra la dictadura de Primo Rivera lleva a la proclamación de la República, fundador y director de la revista Cruz y Raya en la que se funde el pensamiento más avanzado de Europa, cabeza de la Alianza de Intelectuales Antifascistas en la resistencia a los militares sublevados del 36, presidente de la Junta de Cultura Española en el exilio americano de México, Venezuela y Uruguay, vuelve a Madrid en 1963, y se juega el destierro al proclamar en pleno franquismo su solidaridad con los mineros asturianos. Levanta acta de una histórica rebeldía en las barricadas del París del 68... y, abogado del diablo y fiscal inapelable de la transición democrática, peregrina en un último exilio a la tierra vasca cerrándolo con rúbrica definitiva y mortal en un gesto de absoluto inconformismo, de suprema heterodoxia (“para no darle a mis huesos / tierra española”) sobre la húmeda hierba del cementerio marino de Hondarribia.

Aunque sólo fuera por ese postrer gesto de entrega a nuestra tierra, en esa universal desmemoria de los bienpensantes, los vascos tenemos una deuda pendiente con José Bergamín: cultivar el tesoro de su legado. Y es que junto a esos huesos sepultados en el cabo de Higer, armadura de un esqueleto que mientras fuera viviente sometió a sarcástica solfa, Bergamín nos dejó el mensaje de su pensamiento inquietante y la memoria de su genial andadura.  Vida y obra a recordar por quienes le ignoraron expresa o tácitamente o por quienes le aplaudieron sin entenderle ni leerle, aunque él nos invitara tan claramente:  “Amigo que no me lee / amigo que no es mi amigo”.

Txalaparta, al publicar estos escritos de Egin y Punto y Hora, es consciente de que su lectura puede distorsionar la visión global del autor al restringir de alguna forma el complejo horizonte (poesía, ensayos, teatro, coplas, paradojas, aforismos, interrogantes sobre la vida y la muerte) de su pensamiento. En todo caso, el aparente accidentalismo de estos artículos no les exime de honda profundidad, de los inevitables guiños y connotaciones culturales bergaminianos. Quede aquí, por otra parte, la invitación a los lectores al acercamiento, por ejemplo, a su inquietante producción poética (magníficamente editada por cierto por Turner).

Se recogen ahora los escritos editados en las dos publicaciones abertzales (desaparecida ya Punto y Hora, donde como director tuve oportunidad de contactar con el maestro) acotados con breves notas explicativas del contexto en que los artículos fueron redactados y publicados. En el apéndice se adjuntan igualmente sendas entrevistas con el escritor y algunas de las más significativas columnas escritas con motivo de su llegada a Euskal Herria y a su fallecimiento.

Particularmente siento la necesidad de hablar y de escribir del Pepe Bergamín, personaje maravilloso, tierno, lúcido, comprometido, rebelde… al que descubrí en su hora postrera, y de bucear en el pensamiento del “intelectual más grande de España” según Aranguren (tarea en la  que estoy comprometido y que espero cumplir un día). Ni aun así podría solventar la deuda impagable con el amigo entrañable (con él y con su hija Teresa, fiel acompañante de su último exilio) que me visitara en la cárcel o que compartiera ante un tribunal responsabilidades propias bajo el común y fantasmal disfraz de Aviraneta.

En la soledad de una celda en la prisión de Nanclares a donde me llegó la noticia de su muerte, utilizando sus caras metáforas de la fiesta-drama torera, proclamaba entonces mi desolación y el tributo público de esa cuenta pendiente:

Me has enseñado a vivir
​y morir dentro del ruedo
de una trágica corrida
en la que toro y torero
frente al desprecio o la burla
del que sólo oculta el miedo
ofrecen la dignidad
de su atroz enfrentamiento
cuando encarando el destino
brindan sus astas, su acero
antes de morir matando
antes de matar muriendo.
Me has enseñado a morir
tal vez a vivir ¡Maestro!

Bergamín maestro de inconformismos y por lo mismo de vida y de pensamiento. Paradójicamente pedía que le olvidásemos (“Cuando yo me muera / no me recordéis. / No vale la pena. / Cuando me haya muerto / no me reviváis / con vuestro recuerdo. / Cuando me haya ido / olvidadme pronto / con piadoso / olvido”). Merece la pena sin embargo jugar con la consecuente inconsecuencia bergaminiana y rompiendo el negro conjuro del poeta dejar en cambio vía libre al fulgor de sus palabras, las de un singular peregrino que dejó como mejor testamento gravitando sobre el aire de nuestra tierra la huella fecunda y poderosa de su genial rebeldía.

Javier Sánchez Erauski

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