Ahora tengo que irme Jorge Oteiza

Es de esos autores que, como Garibay, nos hacen sospechar de un pacto secreto con el diablo. Su obra monumental, lo convierte en uno de los responsables de que conozcamos un poco mejor nuestro país. Concluida, en su juventud, la carrera de Derecho, comenzó a colaborar en las revistas literarias de la época. Más tarde escribió teatro, trazó novelas y emprendió esa gigantesca tarea que, aún hoy en día, le consume: el catálogo de todos los autores vascos, desde los orígenes de la escritura. Entre tanto, publicó decenas de ensayos y se convirtió en uno de los biógrafos de Sabino Arana, recuperando su obra, tanto la de gran calado como la menuda. Con estos mimbres, Elías Amézaga ha abordado la biografía definitiva de Sabino Arana desde el mejor de los puntos de partida, logrando su descripción política y otra, no menos importante, la humana.

Es uno de los máximos exponentes de la Escuela Vasca de Escultura. Inició su actividad artística en San Sebastián en los años 20, en contacto con los jóvenes que desarrollaban la vanguardia artística en su ciudad. Las primeras obras escultóricas de Oteiza están fuertemente influidas por el cubismo y el primitivismo. El primer reconocimiento internacional a la obra de Jorge Oteiza, tiene lugar en 1951, en la ciudad italiana de Milán, en cuya IX Trienal de Arte recibe el diploma de honor. Oteiza es un artista puente entre el periodo de las vanguardias y la generación de la posguerra, y alcanza su influencia en sectores artísticos, culturales y políticos. Se mantuvo distante y crítico con los reconocimientos oficiales, siempre manteniendo su particular posición iconoclasta en lo ideológico y político. En 1992 donó su legado al pueblo de Navarra. Tras su muerte, en primavera de 2003, abrió sus puertas al público la Fundación Jorge Oteiza, en la localidad de Navarra de Alzuza, ocupando lo que fue su casa y taller.