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Ruta literaria

Recorre América con nuestras novelas

Para este verano te proponemos un gran viaje. Y no necesitas mucho presupuesto; solo tiempo libre, un lugar cómodo y tranquilidad. Con los cientos de novelas que hemos editado se puede dar la vuelta al mundo, y en esta ocasión vamos a volar rumbo al continente americano. Lo recorremos a través de la pluma de los excelentes autores y autoras que componen nuestro catálogo, con un breve fragmento de cada novela a modo de aperitivo.

Nicolas Dickner

Seis grados de libertad

1

Charles Bukowski

Pulp

2

Paul Auster

Neguko egunerokoa

3

Eduardo Antonio Parra Caballero

Tierra de nadie

4

Paco Ignacio Taibo II

Sombra de la sombra

5

Daniel Chavarría Bastelica

Príapos

6

Arsenio Senel Paz Martinez

Fresa y chocolate

7

Aida Bähr Valcárcel

Ofelias

8

Marie-Célie Agnant

El libro de Emma

9

Ramón Díaz Eterovic

La oscura memoria de las armas

10

Roberto Arlt

Caracteres

11

Ernesto Che Guevara Alberto Granado Romero

Viaje por Sudamerica

12
Seis grados de libertad
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Seis grados de libertad

[Quebec] La residencia de los Le Blanc está en el fondo del callejón, justo donde comienzan los campos de fresas de la explotación agrícola Covey Hill. Todos los veranos llegan, como caídos del cielo, mexicanos y guatemaltecos, y dentro de poco, salvadoreños, hondureños y otros olmecas de todo tipo. El desembarco se produce en mayo. Recogen lechugas, fresas, coles. Se van después de la cosecha del maíz. Sin embargo, en estas fechas tardías del verano, los campos de fresas están desiertos y la casa de los Le Blanc se erige en puesto avanzado de combate de la civilización.

Pulp
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Pulp

[USA] Beraz, arratsaldeko ordu biak ziren. Azoka Nagusian nintzen. Aurkitua nuen harategia eta urdeburuen ondoan kokatua nengoen, Berezurretako zuloak, begiak gorde izan zituzten horiek, begira-begira ari zitzaizkidan. Begiratua itzuli nien, puruari atxiki bat eman nion. Gizon triste bat jartzeko moduko hainbeste gauza zeuden. Txiroek ur irakinetan egosten uzten zituzten burezurrok, salda egiteko.

[USA] Milaka. Errepideetan zehar gabiltza, trenbide abandonatuetan. Eskale kanpotik, liburutegi barrutik. Hasiera batean ez zen planeatutako ezer izan. Gutako bakoitzak gogoratu nahi zuen liburu bat zeukan, eta hala egin zuen. Gero, hogei urtean-edo, elkar ezagutzen hasi ginen, bidaiatzen, sare malgu bat osatu genuen eta plan bat ezarri. Buruan sartu behar genuen gauza garrantzitsu bakarra zen ez garela garrantzitsuak, ez dugula pedanteak izan behar. Ez dugu sentitu behar munduko inoren gainetik gaudenik. Liburuen gaineko azalak baino ez gara, beste ezer berezirik gabe.

Neguko egunerokoa
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Neguko egunerokoa

[USA] 456 Riverside Drive; Manhattango West 116th Street kalearen eta West 119th kalearen arteko bloke luze baten erdian. Bi gela, eta itsasontzi-sukalde bat labana baten ahoa bezain estua bi gelen artean, Hudson ibaiaren gaineko bederatzi solairuko eraikin bateko iparraldeko penthousea edo hamargarren pisua. Penthouse hitza erdeinuzko terminoa zen kasu honetan, zeren zure apartamentua eta haren ondoko teilatupeko hegoaldeko apartamentua ez baitziren bizi zineten eraikinaren egiturazko zati bat.

Tierra de nadie
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Tierra de nadie

[México] La hilera de coches se extendía a lo largo de seis cuadras por la avenida Juárez. Sin detener su caminata de trancos firmes, Reyes levantó una mano a la altura de los ojos y, ya más o menos libre del resplandor del sol, se puso a contemplar a los automovilistas: mexicanos, gringos güeros y negros, un par de chinos o japoneses, la mayoría de mostraban hartos, con el rostro endurecido a causa del calor y de la media hora, por lo menos, que les llevaría recorrer a vuelta de rueda la distancia hasta las casetas de migración.

Sombra de la sombra
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Sombra de la sombra

[México] Un chofer yacía en el suelo perforado por un balazo. El poeta, oculto bajo un camioncito de redilas y carga, veía pasar pies, llantas y cascos ante sus ojos desorbitados. Las piedras volaban por el cielo de la plaza mayor de la Ciudad de México. Los tranvías habían dejado de circular cuando un grupo iracundo de choferes cargó contra el palacio municipal. El poeta pudo observar cómo las ventanas desde las que los empleados del municipio habían iniciado el tiroteo, se vaciaban, y sobre ellas llovía la pedrea.

Príapos
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Príapos

[Cuba] Lo del priapismo empezó el 14 de octubre del 89, una tarde inolvidable en que el Bebo tomaba el fresco y unos buches de ron en el portal de la casita donde el Ministerio de Salud Pública le instalara su vivienda y consultorio.

Ese día le había tocado una fuerte jornada itinerante, dos casos de hipertensión a tres kilómetros loma arriba y un parto muy traumático en la orilla del pueblo. Al recordarlo ahora, la brisa que soplaba de lado le llegaba como tardío alivio. Torso desnudo, el médico se balanceaba pensativo en una comadrita y miraba caer las primeras sombras cumbreñas sobre una empinada ladera de la Sierra del Cristal.

Fresa y chocolate
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Fresa y chocolate

[Cuba] Nos conocimos precisamente aquí, en el Coppelia, un día de esos en que uno no sabe si cuando termine la merienda va a perderse calle arriba o calle abajo. Vino hasta mi mesa, y murmurando “con permiso” se instaló en la silla de enfrente con sus bolsas, carteras, paraguas, rollos de papel y la copa de helado. Le eché una ojeada: no había que ser muy sagaz para ver de qué pata cojeaba; y habiendo chocolate, había pedido fresa.

Ofelias
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Ofelias

[Cuba] Se sentó junto a Yandro y este comenzó a amasar uno de sus muslos; casi al unísono los otros se pusieron de pie, como si pensaran que debían dejarlos solos, o mejor, como si les diera envidia lo que hacían y decidieran irse al mar a buscar a las muchachas, pero se quedaron ahí, mirando hacia la carretera oculta tras las uvas caletas, por donde se acercaba el sonido de un carro, y hasta Yandro se levantó, después de darle un rápido apretón en la entrepierna.

El libro de Emma
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El libro de Emma

[Haití] Por entonces llegaron los hombres vestidos de negro. Armados con fusiles, con la mirada disimulada tras los pasamontañas, surcaron la isla. El país, abatido, nunca se volverá a levantar, predicen los ancianos, puesto que las mujeres aprenden a vivir de rodillas, bajo las botas de los hombres de negro, para poder dar de comer a sus chiquillos. Yo me alegro de ser tan raquítica, tan enclenque, de tener la piel tan oscura. Tras sus gafas negras, los hombres de negro no me ven.

La oscura memoria de las armas
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La oscura memoria de las armas

[Chile] La columna se detuvo frente a un edificio que lucía vistosas enredaderas en sus balcones. Terán tomó el megáfono que le pasó una muchacha rubia y en un rápido discurso dijo que el edificio era administrado por Danilo del Monte, ex oficial del Ejército, responsable del tormento de presos políticos en el Estado Nacional. Mientras hablaba, un par de manifestantes repartieron panfletos entre los vecinos que se detenían a observar la manifestación. Otros pegaron afiches en los arboles y el resto gritaba el nombre del funado. La manifestación fue breve, y a su término se escuchó un nuevo grito: ¡Alerta, alerta, vecino, al lado de su casa trabaja un asesino!

Caracteres
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Caracteres

[Argentina] Comunicábame un distinguido erudito en estas materias, que los genoveses de la Boca cuando observaban que un párvulo bostezaba, decían: “Tiene la ‘fiaca’ encima, tiene”. Y de inmediato le recomendaban que comiera, que se alimentara.

En la actualidad el gremio de almaceneros está compuesto en su mayoría por comerciantes ibéricos, pero hace quince y veinte años, la profesión de almacenero en Corrales, la Boca, Barracas, era desempeñada por italianos y casi todos ellos oriundos de Génova. En los mercados se observa el mismo fenómeno. Todos los puesteros, carniceros, verduleros y otros mercaderes provenían de la “bella Italia” y sus descendientes eran muchachos argentinos, pero hijos de italianos. Y el término trascendió. Cruzó la tierra nativa, es decir, la Boca, y fue desparramándose con los repartos por todos los barrios.

Viaje por Sudamerica
Descatalogado

Viaje por Sudamerica

Estamos en Villa Gesel, al norte de Mar de Plata, en la casa de un tío que nos brinda su hospitalidad y sacamos cuenta sobre los 1.200 kilómetros recorridos, los más fáciles y, sin embargo, los que ya nos hacen ver con respeto la distancia. No sabemos si llegaremos o no, pero evidentemente nos costará mucho, ésa es la impresión. Alberto se ríe de los planes de viaje que tenía minuciosamente detallados y según los cuales estaríamos ya cerca de la meta final cuando en realidad recién empezamos.